Entre las funciones que cumple nuestro sistema digestivo está la de procesar los alimentos que ingerimos y transformarlos en nutrientes necesarios para la vida. El tubo digestivo es una «maquina» que requiere de nuestro cuidado. Cuando no funciona bien, el colon atrapa los desechos de la digestión que ha veces son difíciles de transitar debido a indigestiones, peristaltismo alterado, meteorismo, obstrucción intestinal, estreñimiento, etc. que a largo plazo van a producir males mayores.
El colon, esa vía donde las heces fecales hacen su paso hacia el exterior. Ellas son el resultado final de la digestión y son materiales de desecho. Cuando no son evacuadas en la frecuencia, consistencia y características normales, el cuerpo humano experimenta entonces una INTOXICACIÓN CRÓNICA.
Cuando estamos estreñidos y no se efectúan como debe de ser la evacuaciones, el organismo almacena toxinas en cantidades inadecuadas creando un estado de toxicidad. Para que el acto de la defecación se realice de forma adecuada es necesario que se produzcan una serie de procesos. En primer lugar, que las deposiciones lleguen convenientemente al recto; para ello es preciso que el colon se mueva correctamente y sea capaz de propulsar las heces hacia el recto. En segundo lugar, la sensibilidad del recto debe ser normal para que cuando lleguen las heces la persona lo perciba y se produzca el deseo de defecar. En tercer lugar es necesario que, durante la defecación, se ejerza una adecuada contracción abdominal (que se transmite al recto) para así favorecer la expulsión de las heces. Por último, para que la deposición sea expulsada de una forma natural es preciso que el ano (el esfínter anal) se relaje durante la defecación. Si se altera alguno de estos factores se producirá estreñimiento.
Una persona debería ir al baño a evacuar en el mejor de los casos después de cada comida. La mayoría de veces esto no ocurre así y Seguir leyendo